Revista de creación literaria en busca de creadores del mundo

viernes, 29 de mayo de 2020

Selfies de un hombre invisible, de Joaquín Piqueras (Reseña nº 927)

Joaquín Piqueras
Selfies de un hombre invisible
Canalla Ediciones, 2020

Joaquín Piqueras es un referente en la poesía y hemos disfrutado la suerte de tenerlo muchas veces en estos no tan abruptos acantilados de papel, que van cumpliendo años mientras sumamos libros leídos y comentados.

El autor nacido en Alguazas es, además, un poeta que le gusta regresar, volver, recrearse en los temas que le agradan: el cine, la música, la literatura, las citas de las obras que ha leído. Pero también con determinados personajes que hemos ido conociendo en su obra poética y que con cada nueva entrega nos los volvemos a encontrar, formando parte ya indivisible de su poesía, de su obra.

Ahora nos presenta a otros personajes, invisibles ellos, que se miran en el espejo de la pantalla de un móvil, para, cuando disparan el autorretrato, verse, algo que no siempre es posible, pues muchos de ellos ni se reconocen. Como no se reconoce la víctima de violencia, o como no se reconoce quien se pregunta, sin descubrir cual es la respuesta verdadera, ¿qué es el amor?

Tampoco el asesino que se compara con los más siniestros personajes que el cine nos ha traído a lo largo de la historia, sean reales como Christopher Lee o Vicent Price, o imaginarios como Freddy Krueger, no importa, si al final reconoce que esa imagen que de él devuelve el selfie no es la suya.

Y entre unos poemas y otros, el descanso de haikus, que da musicalidad a cada una de las imágenes por las que vamos transcurriendo página a página.

Es, en definitiva, el universo de Joaquín Piqueras.

Francisco Javier Illán Vivas

 


viernes, 22 de mayo de 2020

Rumbos de sangre, de Javier Corpas Mauleón (Reseña nº 926)

Javier Corpas Mauleón
Rumbos de sangre
M.A.R. Editor, 2020

Tiempo después volvemos a encontrarnos con Óscar Serrano, alias Plinio, el detective privado que ya conocimos en Desayuno para el muerto, con quien vivimos los Sanfermines desde otra perspectiva.

Tiene ahora una misión que le llevará a Baleares, a Venecia, a Roma, a... en busca de una carta que despierta muchos intereses entre quienes buscan el legendario y valiosísimo pecio de la flota del comendador de la Orden de Calatrava, Francisco de Boadilla.

Pero, siempre tiene que haber un pero, a lo largo de la trama iremos descubriendo que también investigamos el origen de nacimiento de Cristobal Colon y que la carta puede que no sea una epístola, sino otra muy diferente.

Desde el principio el investigador va encontrando indicios de que es seguido por sombras esquivas, de que nadie parece ser quien dice que es, aunque él peca de demasiado confiado, y eso que trabajó como miembro del servicio secreto, donde alcanzó el rango de comandante.

La mafia calabresa, los nuevos templarios, policías corruptos, todo un escaparate de organizaciones criminales van cerrando el círculo alrededor de la investigación de Plinio, hasta que lo más inesperado le estalle en las mismas calles de una Italia que ya no es lo que nos parecía.

La novela fue galardonada con el VII premio Alexandre Dumas de novela histórica.

Francisco Javier Illán Vivas

sábado, 16 de mayo de 2020

Las hojas muertas, de Joaquín Marías Corbalán Corbalán (Reseña nº 925)

Joaquín Marías Corbalán Corbalán
Las hojas muertas
Círculo Rojo, 2020


            La leyenda nos apunta que poesía y bohemia han ido siempre unidas de la mano, un lienzo de fantasía rodea a ese poeta trotamundos, cuyos ojos hayan mirado los confines de la Tierra, que haya viajado hasta aquella fantástica Cólquide del Vellocino de Oro... Esto puede ser verdad en el caso de Joaquín Marías Corbalán, trotamundos de profesión, bohemio quizás y que ya nos confesaba en un anterior libro de versos que hacía lo indecible por pertenecer al género humano, que intentaba— y supongo intenta— ser una amalgama de vivencias, recuerdos, fantasías, ensueños que no sueños, y alguna que otra gotita de vino y miel.

            Creo que muchas de esas imágenes se asoman entre las líneas de sus versos, y hay que leerlos despacito. ¿Quién no ha escrito un poema? ¿Quién, como decía la canción, no ha dejado su cuerpo abrazar? Y, en el libro que tienes entre manos, desconocido lector, es mucho más. Su título me llevó a aquellos años perdidos de la infancia temprana, de la juventud que pasó con la rapidez que da la distancia del tiempo. Sí, recordé a Jacques Prévert, la música de Joseph Cosma y la voz de Yves Montand, porque en eso también, el poeta nacido en Alguazas es francés de adopción. Claro, lo habéis adivinado, me estoy refiriendo a Les feuilles mortes, la eterna canción.

Pero escribir poesía, ser poeta es algo más. Y Joaquín Marías lo sufre y lo goza en sus prolongados momentos de soledad, con él mismo, con su mundo; con su musa, Carmen, que tiene nombre de poema.

Eduardo García, en su libro Escribir un poema, apuntaba el paso de ese poema que todos hemos escrito en un determinado momento de nuestra juventud, a caer en las redes de la poesía. Porque ser poeta supone entregarse a una pasión que da muchos quebraderos de cabeza, ya que las palabras te persiguen con su sabor y su olor, con sus asociadas ideas y significados, obligándote a dejarlo todo cuando menos te lo esperas para plasmar ese primer verso que siempre, y esto lo digo por experiencia, siempre, se queda por debajo del que previamente imaginamos.

Y el poeta, regreso con Eduardo García, es un artista cuya materia prima son las palabras. Difícilmente alguien permanecerá insensible a los grandes poemas que nos precedieron.

Joaquín Marías Corbalán busca la modulación de las palabras para adentrarnos en su mundo, y ha madurado como poeta. Hablándonos a nuestra parte racional, quiere despertar la emoción del lector, aunque desde el primer poema nos avisa que entramos en un terreno personal, en su más profunda alma creadora, pero también amante y amada, y si nos retiramos un instante, para verlo a distancia, comprobaremos que esa herida, de la que nos habla, sangra aún, elevando su reclamo apasionado.

Este es un libro que reivindica la necesidad de la poesía, de la poesía de los sentimientos, de los sueños, con la dulce amarga presencia del paso del tiempo, de la pérdida, de la esperanza, del alma enamorada.

Y, a pesar de ese espacio personal de la poesía, debes saber que está escrita para ti, lector.

Francisco Javier Illán Vivas

viernes, 8 de mayo de 2020

Cuando despertó, de Francisco González González (Reseña nº 924)

Francisco González González
Cuando despertó
Círculo Rojo, 2019

El cartagenero Francisco González debuta en la literatura con una novela sobre personajes comunes y corrientes que podemos encontrarlos en cualquier lugar, aunque pululen por Madrid o La Línea de la Concepción.

Llevan una vida sin rumbo fijo y van sorteando los problemas de cada día esperando que ellos solos se solucionen. Carlos Cebrián vive encerrado en lo que parece un irrompible círculo vicioso de incapacidad para entablar relaciones de afectividad con cualquier mujer, tras la ruptura de su anterior relación.

Además, depende de su padre para ir saliendo adelante. Él, su padre, Leandro Cebrián dirige una importante agencia de detectives y le pasa pequeños casos a su hijo para que mal viva, hasta que laas relaciones familiares se rompen, las de sus padres, la de él con su padre, y una denuncia contra la empresa...

Por otro lado, el mejor amigo de Carlos Cebrián, Miguel de la Fuente, tiene graves problemas con su único hijo, atrapado en la desidia y, poco después, en el mundo de la droga y en una violenta mafia dirigida por un argelino.

Hasta que en la vida de todos ellos, primero de Carlos, y por mediación de éste, en la de los demás, aparece una francesa, Sofhie, que significará un revulsivo y que les hará despertar del letargo en el que viven. Sobre todo Alejandro, el hijo de Miguel de la Fuente.

Serán las últimas páginas de la novela, donde Alejandro de la Fuente se convierte casi en el principal personaje, las que nos metan de lleno en la trama de la distribución de la droga que viene desde el Magred, de la cocaína desde Colombia, y de las ramificaciones que estas mafias mantienen.

Para demostrarle a todos los personajes que, si despiertan, son capaces de cambiar el monótono discurrir de unas vidas que parecían insignificantes.

Francisco Javier Illán Vivas 


sábado, 2 de mayo de 2020

Júbilo en la casa de Dios, de Vicente García Hernández (Reseña nº 923)

Vicente García Hernández
Júbilo en la casa de Dios
Casa sacerdotal de Murcia, 2019

Que Vicente García Hernández es, de lejos, el poeta más relevante de la historia de Molina de Segura y uno de los más de la Región de Murcia, eso ya pocos lo ponen en duda y quienes aún dudan, es porque jamás han leído ni un verso de su obra poética.

Pero además es un dramaturgo de larga carrera, con varias obras en su haber, alguna de ellas premiadas, y otras tan jubilosas como la que nos ocupa, una obrita muy pequeña (apenas trece páginas), de un solo acto, que fue escrita para homenajear, como cada año, el aniversario de la Casa Sacerdotal de Murcia.

Cuatro son los personajes de la obra: Don Julio, Don Augusto, Don Celedonio y Don Metodio, que él mismo nos contó, entre pícaras risas, son compañeros suyos, muy reconocibles, en ese lugar tan especial que es la Casa Sacerdotal.

Se desarrolla en una estancia con libros, alrededor de una mesa redonda, alguna revista y periódico sobre ella, una lámpara centra su luz en la mesa, una tenue penumbra alrededor, toda decoración sencilla y acogedora.

Pero creo que con las palabras del propio autor (y personaje durante su representación, pues la obra fue representada el 2 de diciembre 2019), entenderemos más de qué va Júbilo en la casa de Dios:

Hace ya tres años que llegué a esta Casa de Dios, con el deseo de descansar y escribir. Y he descubierto que, además, se puede reir y llorar, y subirse a las estrellas y tener sueños, y horizontes, hasta casi tocar la utopía, y todo, en compañía de gente buena, que reza. Por la mañana, esta gente pone en la señal de la cruz su esperanza y su caminar jubiloso de andar por la vida. Con pasos torpes, apoyados en su bastón lazarillo, pero con fe de columna gótica, mira el futuro y lo ve abierto y celestial, con Dios al fondo dándoles la bienvenida, y el abrazo paternal, y el aplauso de ángeles.

No creo que deba añadir nada más.

Francisco Javier Illán Vivas