Revista de creación literaria en busca de creadores del mundo

domingo, 10 de noviembre de 2013

El verbo se hizo carne, de Rubén Castillo (Reseña nº 573)

Rubén Castillo
El verbo se hizo carne
Alfaqueque Ediciones, octubre 2013

Este es un libro de noctívagas lecturas, como noctívagos son los paseos de algunos de los personajes que Rubén Castillo Gallego nos presenta en los siete relatos que conforman estas palabras que quieren hacerse carne.

Aunque el Pbro. D. Pascual García nos informa de que no se autoriza, por "estrictas razones de moralidad y decoro, la publicación y difusión de este libro", ni Rubén Castillo ni Fernando Fernández Villa le han hecho caso, y aquí lo tenemos, presentado ya en varios frentes, leído en altalayas zalacaineras, y disfrutado por cientos de lectores en tan pocos días de vida. Y era de esperar. Un nuevo libro de Rubén siempre es un acontecimiento -véanse las imágenes de la Biblioteca Salvador García Aguilar-; un nuevo libro de Alfaqueque Ediciones es, más que un nacimiento, un regalo. Y si coinciden ambos acontecimientos en uno sólo, una gozada que he tenido el placer de leer, insisto, con nocturnidad y alevosía.

"Pechos perfectos, altaneros, abundantes, como tortas de miel" (pág 48), "una destilación más embriagadora que todos los licores de Damasco" (pág 61); "fuego en los ojos y con miel en los labios" (pag 98); "febriles arañas de sus manos" (pág 107); "las excavaciones sexuales a las que estaba siendo sometida su esposa" (pág 108); "sumirse febrilmente en humanas perforaciones" (pag 109); "noche lúbrica" (pág 124); "depredación placentera" (pág 150)... son únicamente pequeñas imágenes que he ido subrayando mientras leía, por segunda vez, ahora un poco más sosegado, este paseo por los versos bíblicos vistos desde la pluma de Rubén Castillo.

Nada irreverente este libro, por supuesto, a pesar de la orden de non imprimatur dada por el citado Pbro, sino que es una reafirmación de que, siempre ha existido el sexo, como siempre han existido las "ásperas e innumerables arenas del desierto".

He hablado de relectura, sí, porque la primera la hice como un "sorbo, ávido como la arena que recibe las gotas primeras de la lluvia", confieso, que no pude detener la hemorragia de curiosidad que me dominó...

Los relatos de Rubén Castillo me han confirmado, ya definitivamente, que "sólo el diablo puede animar y sugerir tan perfectas maniobras y tan sabios como placenteros trucos" que los descritos por él en estas breves 156 páginas.

Como se despide Moisés: la paz sea contigo, Rubén.

Francisco Javier Illán Vivas

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