Revista de creación literaria en busca de creadores del mundo

domingo, 23 de junio de 2013

Hijos de un dios extraño, de Pedro Pujante

Pedro Pujante
Hijos de un dios extraño
Chiado Editorial, diciembre 2012

Pedro Pujante es, posiblemente, uno de los autores que más han sorprendido en los últimos tiempos a este lector impenitente que os escribe, pues casi surgido de la nada- confieso aquí mi desconocimiento de él hasta que Joaquín Piqueras me lo presentó- convirtiéndose en un narrador muy a tener en cuenta y que, ahora mismo, está de enhorabuena tras ganar el concurso de relatos CiFi convocado a nivel internacional por Ediciones Irreverentes.

Hijos de un dios extraño es un libro donde la muerte está presente en cada esquina, y es la fuerza más poderosa del mundo. Eso lo saben, por ejemplo, los personajes del relato "Te amaré toda la muerte", porque jamás pasará, es lo único verdadero y eterno que conocemos.

En estos relatos la muerte no tiene forma de mujer, no, aunque puede ser alguna de ellas, se llame Gema, Patricia, Elvira, Esmeralda, Alba, Jenny, Berta, Calipso, Ofelia, Perséfona, Alixandra, Mariado, Frida, Noelia, Morella o Nerea, da lo mismo. Sus personajes están cansados, sienten el tedio de la vida, la soledad, la locura de una existencia aplastante, el abandono, pocos permanecen juntos tras un largo tiempo, excepto que un accidente- y hay muchos en estas páginas- les mantengan unidos hasta el final de sus respectivas muertes.

Esas vidas desengañadas, anodinas, transcurren buscando algo que les saque de la rutina, y se sumergen en la insustancialidad del cine, o del teatro, o de una serie de radio que suena ya rancia antes del estreno, o en la contemplación obsesiva de una fotografía hasta que ésta le priva de voluntad... y los recuerdos, ¡qué poder tienen los recuerdos en los relatos de Pedro Pujante!

Pueden servir para mantenerte vivo, pero también para precipitarte en una cascada hacia el abismo por ser inventados; o los que provoquen la libertad, o la nada, al ir perdiéndolos, a desaparecer cuando desaparecen los recuerdos.

La vida, en esta serie de relatos, al menos los que forman la primera parte, antes de entrar en la Ciudad, "es el tiempo que tardamos en saber que ya estamos muertos" (Pág. 45), y es una certeza donde únicamente cabe el refugio de la desesperanza.

Relatos de relaciones entre un hombre y una mujer, entre una mujer y un hombre. Pedro Pujante nos ha descrito a casi todos en Hijos de un dios extraño.

A ti, lector, te recomiendo que te encuentres. No esperes. "No sabemos cuándo empezamos a existir. Pero menos preciso es el final" (Pág. 64). El principio es fácil, el final, los finales de estas historias, sorprendentes.

Francisco Javier Illán Vivas

PD: Esta es la reseña 528 desde que la sección Acantilados de papel nació. 

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